martes, 15 de marzo de 2011

Literatura de la Colonia y la Conquista en Latinoamérica

Literatura de la conquista. Las crónicas

Concepto y época

La literatura de la conquista se inició en 1492, después del descubrimiento de América, realizado por Cristóbal Colón. Esta literatura está formada principalmente por textos de los cronistas españoles que vivieron en esta etapa y narraron desde su punto de vista lo que presenciaron, muchas veces con el asombro de las nuevas cosas que veían y que describían como asombrosas y maravillosas. Esta literatura estaba destinada a narrar al pueblo español los sucesos que ocurrían en la nueva España, también había textos de reportes de impuestos y otros sobre la población que llegaba al nuevo continente. En un principio la literatura tuvo sentido religioso, con el fin de evangelizar a los nativos.


Características e importancia

Una crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona. Se entiende por crónica la historia detallada de un país o región, de una localidad, de una época o de un hombre, o de un acontecimiento en general, escrita por un testigo ocular o por un contemporáneo que ha registrado sin comentarios todos los pormenores que ha visto, y aún todos los que le han sido transmitidos. (http://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%B3nica)

En la crónica se utiliza un lenguaje sencillo, directo, muy personal y admite un lenguaje literario con uso reiterativo de adjetivos para hacer énfasis en las descripciones.

Cronistas y obras representativas de la época de la conquista

La conquista de los territorios y reinos aborígenes continentales y atrajo también la atención narradores que dejaron crónicas monumentales. Los primeros años de la conquista española están marcados por los cronistas de Indias, tanto españoles como indios y mestizos. Varios conquistadores letrados dejaron testimonio de sus combates en crónicas Entre los principales cronistas podemos mencionar a:

Ramón Pané, a quien Cristóbal Colón encargó de estudiar las creencias de los indios y escribir un reporte sobre ellas.

Pedro Mártir de Anglería, quien desde temprano en el siglo XVI se dedicó a recoger los testimonios de aquellos que regresaban del Nuevo Mundo y terminó publicándolos luego en una obra titulada "Décadas del Nuevo Mundo".

Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566), cuyo padre, Pedro de las Casas acompañó a Colón en su segundo viaje y sobrevivió al hambre y las epidemias, pudiendo regresar a España en el 1500 para poder contarle a su hijo sus memorias del gran choque de culturas que significó la invasión española de América. Fray Bartolomé de las Casas es autor de la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”,

Hernán Cortés (1485-1547). En sus Cartas de relación, el capitán informa al emperador Carlos V sobre las condiciones de las flamantes posesiones americanas, así como le relata los hechos más relevantes de la guerra recién sostenida con los astecas.

Bernal Díaz del Castillo (1492-1584) quien recogió su admiración por el paisaje mexicano y la cultura indígena en su "Verdadera historia de la conquista de la Nueva España" donde el militar narra cómo se extravió en el sur del actual Estados Unidos y logró convertirse en un médico milagroso respetado por los indígenas.

Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1507-1559), Fue el primer europeo que describió las cataratas del Iguazú y que exploró el curso del río Paraguay.

Pedro Cieza de León (1520-1554) narra la conquista y colonización del Perú y los reinos andinos. Escribió una Crónica del Perú.

Crítica y comentarios

Gabriel García Márquez en el Discurso pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura dedicó los dos primeros párrafos a hablar sobre la literatura de la conquista.

La Soledad de América Latina

Gabriel García Márquez

(Fragmento)

“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro”.

Ver texto completo en: http://www.ciudadseva.com/textos/otros/ggmnobel.htm





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